El primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, confirmó que la cabeza decapitada de un hombre de raza blanca recuperada la noche del último lunes en el sur de pertenece a uno de los dos canadienses secuestrados por militantes de en septiembre del 2015.

Justin Trudeau identificó a la víctima como John Ridsdel, natural de Calgary, y dijo que su gobierno trabajará con el Gobierno de Filipinas y las asociaciones internacionales para perseguir a los responsables de este “acto atroz”.

“Estoy indignado por la noticia de que un ciudadano canadiense, John Ridsdel, rehén en Filipinas desde el 21 de septiembre del 2015, ha muerto a manos de sus captores”, dijo Trudeau. “Este fue un acto de asesinato a sangre fría y la responsabilidad recae sobre el grupo terrorista que lo tomó como rehén”, agregó.

Dos hombres en una motocicleta dejaron la cabeza de John Ridsdel, dentro de una bolsa de plástico, en una calle en la ciudad de Jolo, en la provincia de Sulu, y luego huyeron, narró el jefe de la policía de Jolo, Junpikar Sitin.

Militantes de Abu Sayyaf habían amenazado con decapitar a uno de los tres hombres – dos canadienses y un noruego -, secuestrados en septiembre del 2015 en un puerto deportivo en el sur de la isla de Samal, si no se pagaba un gran rescate a las 15:00 horas de este lunes.

El alcalde de Jolo, Hussin Amin, condenó la decapitación y culpó a los militantes de Abu Sayyaf, que han estado implicados en los últimos secuestros, decapitaciones y atentados.

“Este es un acto de barbarie por estas personas y uno estaría tentado a pensar que ellos también deben tener el mismo destino”, dijo Amin por teléfono.

Según los informes publicados por el “Daily Mail”, los militantes musulmanes exigieron 300 millones de pesos (el equivalente a 6.5 millones de dólares) por cada uno de los extranjeros, una reducción de sus demandas anteriores.

Cabe indicar que Abu Sayyaf comenzó una serie de secuestros a gran escala, tras surgir en la década de 1990 como rama de una rebelión separatista por parte de los musulmanes minoritarios en el sur de este país de mayoría católica.

Se ha debilitado tras una década de ofensivas en Filipinas, pero ha sobrevivido en gran parte como resultado de las grandes ganancias provenientes del rescate y extorsión. Los Estados Unidos y Filipinas consideran a Abu Sayyaf como una organización terrorista.

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