La bomba, relativamente pequeña (2 kilotones) fue hecha estallar como parte de una estrategia para calmar a la ciudadanía sobre los riesgos de un ataque nuclear.

El objetivo de esta prueba, realizada en el desierto estadounidense de Nevada, era demostrar que las bombas atómicas de baja intensidad eran “seguras”.

Para probarlo, cinco oficiales se prestaron voluntarios para contemplar sin ningún tipo de protección la explosión de una carga de 2 kilotones a 5.600 metros sobre sus cabezas.

Una reciente investigación ha identificado a los cinco oficiales que presenciaron la explosión, así como al cámara encargado de grabarla y que, a diferencia de los otros, no se presentó voluntario para la misión.

También, ha determinado que todos ellos vivieron hasta una avanzada edad sin sufrir ningún tipo de cáncer. De hecho, dos de ellos fallecieron con 83 y 86 años, informó el diario ‘ABC’ de España.