El portal para el que colaboraba el periodista James Foley, ‘Global Post’, se preguntaba después de conocerse el fatídico video de su ejecución la razón por la que el Estado Islámico (EI) se había vuelto tan poderoso. En el subtítulo del análisis, por el contrario, se planteaba cuáles eran sus puntos débiles. Dar respuesta a ambos interrogantes son, con toda seguridad, la máxima prioridad de los estrategas del Ejército de Estados Unidos.

Este grupo terrorista ha masacrado a centenares de sirios e iraquíes, con una crueldad execrable; con medios y un despliegue comunicativo sin precedentes en el yihadismo conocido hasta el momento. Pero todo ello, sin una base económica importante detrás, sería flor de un día. Ahí parece estar la clave de su irrupción o así, al menos, lo consideran los analistas del Pentágono.

Antes de la toma de Mosul (Irak), el Estado Islámico tenía un capital de unos 875 millones de dólares, pero tras el saqueo de las entidades bancarias de la ciudad y haberse hecho con el material abandonado por el Ejército, su fortuna ascendió hasta los 1.500 millones. Igualmente, la conquista de la mayoría de los pozos petroleros y gasísticos en Siria, y la mayor refinería iraquí, le permitió al grupo vender crudo a comerciantes turcos. Por último, el cobro de rescates también constituye una importante fuente de financiación para cumplir sus objetivos expansionistas.

Pero, según escribe ‘Global Post’, el Estado Islámico presenta igualmente puntos débiles: “No tiene muchos amigos”, publica. Se refiere a la falta de apoyo por parte de otros grupos radicales a los que ha llamado infieles, como es el caso de los Hermanos Musulmanes o Hamás. También por despreciar a la milicia libanesa chií de Hizbolá. Sin olvidar que el líder de Al Qaeda, Ayman el-Zawahiri, repudió al EI en febrero. Esta “torpeza” diplomática les puede hacer vulnerables, según la tesis de este medio para el que colaboraba Foley.

Fuente: Abc.es