El destino estaba escrito cuando Aécio Neves da Cunha abrió los ojos. La saga familiar encontró en él al perfecto descendiente. Su abuelo, Tancredo Neves, fue electo presidente, tras 21 años de dictadura, en 1985. Antes de la investidura había designado a buena parte de sus colaboradores. Entre otros, a su joven nieto. Tancredo murió en vísperas de tomar posesión del cargo y Aécio se quedó con la miel del poder en los labios.

Los años le permitieron a Aécio tomarse la revancha. Aconsejado por su padre, Aécio da Cunha, (diputado entre 1963 y 1987), fue escalando posiciones peldaño a peldaño. En 1986 se estreno como diputado, escaño que ocupo durante cuatro legislaturas consecutivas, para, en 2001, convertirse en presidente de la Cámara.

En el 2002 ganó, con el 60 por ciento de los votos, la Gobernación de Minas Gerais y cuatro años más tarde fue reelegido con el 77 por ciento. El PSDB (Partido Social Demócrata) tenía puestas sus esperanzas en él desde el 2010. Su perfil parecía el perfecto para que el partido recuperase la Presidencia. El último “tucano”, como se conoce a los socialdemócratas, en el poder fue Fernando Henrique Cardoso. De esto hace doce años.

La buena estrella de Aécio Neves, aupada por la estructura del PSDB, pareció apagarse en estas elecciones con la irrupción a mediados de agosto de Marina Silva, tras la muerte en accidente aéreo de Eduardo Campos, el candidato socialista original a la Presidencia. Político de raza, los asesores de Neves destacan entre sus virtudes que “jamás se rinde”. La tenacidad parece haberle recompensado, al menos, en los sondeos.

Fuente ABC