Esto le hace soñar con un próximo “gran salto” hacia las profundidades del Sistema Solar.

El 20 de julio de 1969 todo el mundo pudo ver cómo el astronauta Neil Armstrong abría la escotilla del módulo lunar “Eagle” y descendía lentamente por la escalerilla antes de poner un pie, por vez primera, en la superficie de nuestro satélite.

Le siguió Buzz Aldrin, mientras que el tercer miembro de la histórica misión Apolo 11, Michael Collins, permanecía orbitando la Luna en la cápsula “Columbia” que les traería felizmente de vuelta a la Tierra.

Se calcula que unos 530 millones de personas contemplaron el acontecimiento en directo gracias a la televisión y fueron testigos de una hazaña que ha sido comparada con el descubrimiento de América.

El alunizaje le permitía a EE.UU., en plena Guerra Fría, contrarrestar la ventaja que la Unión Soviética le había sacado en la primera década de la carrera espacial.

Desde la hazaña de Armstrong y Aldrin, sólo diez hombres han puesto sus botas en el polvoriento suelo lunar y no ha vuelto ningún humano desde que se fue el Apolo 17, en diciembre de 1972. El programa fue suspendido en un momento en el que el país estaba sumido en conflictos políticos y sociales, con la guerra de Vietnam de fondo.

Los siguientes 25 años, EE.UU. centraría sus esfuerzos en los transbordadores espaciales que le permitieron realizar experimentos, poner satélites en órbita y prepararse para la creación de un laboratorio espacial permanente, la que hoy es la Estación Espacial Internacional.

Con el fin del programa de los transbordadores en 2011, la NASA cerró una era dorada que dejó el interrogante abierto de cuál será su próximo gran salto.

Fuente: EFE