Con la muerte del Solitario George, el mundo perdió al último sobreviviente de una subespecie y Ecuador al gran símbolo de las islas Galápagos. Pero don Fausto Llerena perdió a su mejor amigo.

Durante tres décadas, Llerena fue el cuidador principal de la tortuga gigante de más de 100 años, último sobreviviente de la subespecie Chelonoidis Abingdoni. Y su devoción al solitario Jorge y a la conservación fue reconocida incluso en el nombre del centro donde habitaba el quelonio, el Centro de Crianza de Tortugas Gigantes Fausto Llerena, en la isla Santa Cruz.

El pasado domingo, cuando el guardaparque de 72 años fue a visitar a su amigo, como solía hacer incluso en sus días libres, notó que no fue a recibirlo como siempre y lo halló muerto en un sitio en su corral. “Yo estuve cuidándolo desde el año 1983, siempre venía a dar el encuentro”, dijo Llerena a BBC Mundo.

El ‘Solitario George’ tenía una “personalidad compleja”, y sólo “aceptaba hasta tres personas en su corral a un mismo tiempo, si no, se retiraba. Si estaba yo solo era cuando se quedaba más tiempo”.

“Yo sentía mucho afecto por él, incluso lo iba a visitar los fines de semana. Venía a mi encuentro, se paraba enfrente y estiraba el cuello y abría la boca. Y ahí se quedaba parado con la boca abierta un buen momento, con la mirada fija, sin parpadear, como si quisiera decirme algo”.

“Yo lo acariciaba en la cabeza, le daba unas palmaditas y él estiraba más el cuello, y cuando yo salía del corral él se iba al lugar donde descansaba”. Para Llerena, cuando subía la cabeza y estiraba el cuello, el solitario Jorge “quería comunicar un saludo, darme la bienvenida, como si me preguntara, ¿cómo estás?”.