El periodista alemán Norman Ohler publicó un libro ’Blitzed: Drugs in the Third Reich’ donde detalla los secretos más extraños del tórrido romance que vivió y su amante .

Según la publicación, Hitler y Braun realizaban controvertidas prácticas sexuales bajo los efectos de los opiáceos, informa ‘New York Post’.

El autor señala que Adolf Hitler rechazaba realizarse exámenes físicos para que su médico no viera “las heridas de su cuerpo causadas por el comportamiento sexual agresivo que Eva tomaba bajo los efectos de esas sustancias”.

En una entrevista recogida por el diario ‘ABC’, Ohler cuenta que Adolf Hitler comenzó a tomar testosterona cuando conoció a Eva Braun para mejorar la calidad de sus relaciones sexuales y que la mujer recibía habitualmente hormonas para no tener la menstruación.

El libro señala además que Adolf Hitler era un drogadicto que apenas podía presentarse a sus reuniones militares si no recibía sus rutinarias inyecciones de cocaína, metanfetamina y opiáceos.

Ohler, que ha investigado cientos de archivos federales en su país, afirma la dependencia del líder nazi no ocurrió de la noche a la mañana. Adolf Hitler comenzó a inyectarse esteroides y hormonas animales en 1941 para contrarrestar su poca energía y problemas digestivos y, a medida que la guerra se tornó más estresante y la victoria se empezó a divisar como menos segura, empezó a necesitar drogas más fuertes, ya que empezó a perder carisma y su aparentemente inquebrantable confianza en sí mismo.

Pero Hitler no fue el único nazi adicto a las drogas. El escritor describe cómo gran parte de la Alemania nazi tomaba habitualmente Pervitín (una sustancia similar a la metanfetamina). Patentada en 1937 por una farmacéutica berlinesa, rápidamente captó la atención del público general: ayudaba a las secretarias a teclear más rápido, los bomberos la utilizaron para sentirse más heroicos y las madres jóvenes para evitar la depresión posparto.