A diferencia del clásico perfil de los asesinos en serie de la historia, de las vejaciones, maltratos y humillaciones que empujaron a algunos a cometer los más horrendos crímenes jamás vistos, Jeffrey Dahmer tuvo una infancia feliz: padres amorosos, buena educación y óptima vida social.

Nada hacía presagiar entonces que años más tarde el buen Jeffrey se convertiría en el temido Carnicero de Milwakee, a quien se le acusa de asesinar a 17 hombres y menores de edad entre 1978 y 1991. Quizá fue el divorcio de sus padres cuando tenía 18 o los problemas con el alcohol que adquirió y le valió que lo echarán tanto de la universidad como del Ejército.

El primer crimen lo cometió en 1978 cuando encontró a Steven Hicks pidiendo un aventón en la autopista y se interesó en él, pero cuando invitado quiso irse lo estranguló y desmembró. Las partes las guardó en bolsas de plástico.

Para evitar asesinar se metió a la iglesia y estuvo diez años alejado de los crímenes. Sin embargo, su desviación sexual pudo más y en 1987 conoció a Steven Toumi en un bar gay. A pesar que no recuerda cómo lo asesinó, Dahmer tuvo que deshacerse del cuerpo pero antes tuvo sexo con el cadáver, luego lo desmembró y tiró a la basura.

Y continuó con la ola de crímenes hasta que en 1991 no pudo perpetrar uno y la víctima, Tracy Edwards, logró escapar y denunciar lo sucedido en la Policía. El Carnicero de Milwakee fue condenado a 15 cadenas perpetuas y falleció en una pelea con otro interno en 1994.

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