Gilles de Rais, antes de ser conocido como como Barba Azul o un cruel asesino de niños, era un respetado caballero, paladín de la guerra de los Cien Años y que luchó al lado de Juana de Arco. En concreto, el ideal del caballero francés.

Sin embargo, dicha imagen se perdió luego que Juana de Arco fuera quemada en la hoguera. Su fijación por ella y la imposibilidad de salvarla lo atormentó al punto que comenzó a adorar a Satán y cometer los crímenes más repudiables nunca antes registrados en la historia.

Comenzó organizando fiestas excéntricas y sin control alguno, que menguó su fortuna. Por ello se convirtió en un aficionado a la alquimia y, junto con su devoción por el diablo, cometió su primer crimen. Con el propósito de lograr favores de Satán, le cortó las muñecas a un niño, el sacó el corazón, los ojos y la sangre. Sin embargo, el diablo nunca apareció ni el metal se convirtió el oro.

Pero este crimen despertó su pasión por la tortura, la violación y el asesinato de niños. Acondicionó una sala de torturas y disfrutaba visitando a los chicos que eran colgados de unos ganchos. A veces engañaba a los muchachos, les hacía creer que los rescataría, sin embargo, los acuchillaba y luego violaba al cadáver.

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El 13 de septiembre de 1400 fue detenido en su el pueblo de Machecoul por un grupo de soldados, quienes hallaron en su propiedad los cuerpos despedazados de 50 adolescentes. El duque de Bretaña le hizo compadecer ante la justicia acusado de haber asesinado e inmolado entre 140 y 200 niños en prácticas diabólicas.

Al amanecer del 26 de octubre fue llevado a un descampado junto con dos de sus más destacados cómplices para ser ahorcado y quemado en la hoguera. En el patíbulo manifestó públicamente su arrepentimiento, instando a todos los presentes a no seguir su ejemplo y pidiendo humildemente perdón a los padres de las víctimas.