Bruno Lüdke (1908 – 1944) nació en Köpenick un pueblo cerca de Berlín, Alemania, y que debido a un traumatismo craneal tuvo limitaciones en sus facultades mentales. Su gran tamaño y esta dificultad para el aprendizaje generaron que en su pueblo sea llamado “bruto” o “tonto”.
El 29 de enero de 1943, unos niños encontraron el cadáver de Frieda Rössener, una viuda de 59 años que había sido estrangulada, violada y posteriormente robada. Un equipo de investigación descubrieron que un hombre con retraso mental y ropas de obrero merodeaba por el lugar con frecuencia: se trataba de Bruno Lüdke y lo arrestaron.
Pero lo que más sorprendió sucedió cuando lo interrogaron: Lüdke admitió que violó y asesinó a 51 mujeres, una cifra que sin duda que conmocionó a los investigadores, sobre todo porque los crímenes se realizaron durante el mandato del Tercer Reich.
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Las contradicciones en las declaraciones de Lüdke también levantó sospechas porque parecía atribuirse crímenes que no se habían cometido, en ciudades que no parecía conocer y que fueron realizados con una inteligencia que le estaba negada.
Sin embargo, hasta hoy se le atribuye ese número de víctimas a pesar de los vicios en la investigación. Bruno no pudo ser enjuiciado por estrangular y violar a sus víctimas, por la cláusula 51 que decía que una persona con deficiencias mentales no era responsable de sus actos.
A pesar de ello, fue usado como conejillo de indias en varias instituciones mentales y hospitales. Como castigo fue castrado y ejecutado por inyección letal en una prisión policial de Viena el 8 de abril de 1944.