Se trata de auténticas burbujas inmobiliarias: las ’Ocean Spiral’, las Atlántidas japonesas que proponen cambiar la katana por el tridente.

Estas ciudades en desarrollo conceptual pueden albergar a 5.000 personas y se encuentran en el interior de esferas flotantes de 500 metros de diámetro. Aunque parezca poco espacio, sólo el plano que pasa por su centro ocupa casi 200.000 metros cuadrados.

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Es decir, hay superficie de sobra para construir infraestructuras, y Shimizu ha visualizado 75 pisos en los que caben hoteles de 400 habitaciones, 50.000 metros cuadrados destinados a oficinas y 1.150 viviendas. El acceso a su estructura principal, bautizada como ’Blue Garden’, es por barco.

Una ‘Ocean Spiral’ está en la superficie del mar la mayor parte del tiempo, pero los japoneses saben que la naturaleza puede ser cruel: los terremotos y los tsunamis son una constante en el país del sol naciente, por eso la ciudad es capaz de sumergirse en caso de que en el horizonte aparezca una gran ola.

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Una espiral de 15 kilómetros que puede alcanzar los cuatro de profundidad permite la inmersión del complejo y sirve como ancla para que no vaya a la deriva. Esta carretera al fondo marino está construida, como toda la estructura, con resinas, que toman forma a través de impresoras en 3D de escala industrial.

Las ciudades albergan en sus ‘cimientos’ instalaciones para estudiar el fondo del océano y extraer minerales como cinc o cobre. Shimizu ha invertido dos años en el proyecto y sostiene que es factible. El coste estimado de una ‘Ocean Spiral’ es de unos 20.000 millones de euros y se necesitarían cinco años para su construcción, que no será posible hasta 2030.

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Además, son autosuficientes: producen agua potable mediante osmosis inversa, tienen piscifactorías y obtienen energía gracias a la diferencia de temperatura y presión en el océano y a los metanógenos, unos microorganismos que durante su metabolismo convierten dióxido de carbono en metano, el gas que utilizan sus generadores eléctricos.

Fuente: El Mundo