Son variados los mitos y prejuicios que se tejen alrededor de la inmigración venezolana en el , en parte porque esa es la manera inmediata que tiene una sociedad como la peruana para aproximarse a lo desconocido. Y, por ahora, los venezolanos lo son.

Se calcula que, hasta la fecha, hay unos 190,000 venezolanos en el Perú, según datos de la Superintendencia Nacional de Migraciones. De todos ellos, más de 35,000 han recibido el permiso temporal de permanencia (PTP), lo que les permite trabajar en forma legal. Sin embargo, el resto se encuentra en calidad de ‘turista’, hasta regularizar su situación. La gran mayoría se dedica al comercio ambulatorio, por lo que se les puede ver en las esquinas y subiendo a los autobuses para ofrecer diversidad de productos.

Para conocer esta realidad, la revista estudiantil Económica (www.economica.pe) de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) organizó el conversatorio “Impacto socioeconómico de la inmigración venezolana en el Perú”, que contó con la participación del politólogo venezolano Luis Nunes, el economista de Grade Miguel Jaramillo, el sociólogo Jerjes Loayza y la consultora Alessandra Enrico.

Puestos de trabajo

La pregunta que se repite en las calles de Lima y de otras ciudades del país es si esta inmigración está quitando puestos de trabajo a los peruanos; y si además esta oferta laboral contribuye a reducir los sueldos que pagan los empleadores.

La respuesta, según la expone el economista Miguel Jaramillo, es negativa, o al menos no existe evidencia estadística de ello, lo cual no significa que no tenga que estudiarse el tema para evitar llegar a esa situación.

El profesional explica que la PEA en el Perú es de unos 13 millones de trabajadores, y el número de los venezolanos en el país impactaría en alrededor de 1% de esa masa, muy pequeña para generar una movilidad en la oferta de empleo y salarios.

Solo para tener una idea, el éxodo de Mariel, la migración masiva de cubanos (unos 140,000) a Estados Unidos, en 1980, generó un impacto del 8% en la PEA del estado de Florida. Nosotros estamos bastante lejos de ese cuadro.

Pero además experiencias en Estados Unidos, Canadá y Australia, países con grandes corrientes migratorias, no ha generado una depresión de los salarios, por lo que históricamente este fenómeno no necesariamente es causa de baja salarial.

Como bien dice Jaramillo, no hay que tenerle miedo a la inmigración porque constituye un enorme potencial como fuerza laboral, en tiempos en los que bajan los nacimientos y aumenta la población adulta mayor.

Un ejemplo de ello son los llamados dreamers, los hijos de inmigrantes ilegales nacidos en Estados Unidos, que en solo una generación han alcanzado al estadounidense promedio, e incluso con menores niveles delictivos. El tema sigue en estudio.

Fuente: Andina