Últimamente veo pocas veces a mi madre. Ella es secretaria y ha conseguido un nuevo empleo. Ahora que yo estoy estudiando nos encontramos en casa esporádicamente y aunque siempre ha trabajado, verla partir de casa tan temprano me trae recuerdos de mi infancia, en la cual siempre la ví como una mujer indestructible.

Es una mujer fascinante. Muchos dicen que se parece a mí y aunque yo no soy muy bueno para encontrar las similitudes físicas entre personas (salvo en la característica más resaltante de los dos, el cabello rizado) sí podría afirmar que somos idénticos: impetuosos, orgullosos, y a veces renegones. Aunque creo que lo más común entre nosotros, después de los rulos obviamente, es reírnos de nuestras propios problemas.

Mi madre aunque posee una apariencia fuerte es una mujer muy delicada y sentimental. Pensar en las veces en que se ha preocupado por mí cuando de niño me internaban en el hospital debido a un problema hepático, en las lágrimas que rozaron alguna vez su rostro, fingiendo siempre que todo iba a estar bien para transmitirme bienestar, pero sollozando a escondidas.

Lady Prudencio Oré es, con sus 50 años y su mediana estatura, la mujer que más me ha enseñado en la vida sobre todo lo que sé. Siempre dicen que los padres no tienen manuales de crianza, pero mi madre, muy a su manera, lo consiguió. Describirla en cuatro párrafos resulta ciertamente difícil, lo único que sé es que mi mamá es precisamente eso: una lady.

Por: Jorge Monroy