Charmaine Hooper es una leyenda del fútbol femenino mundial. Fuerte, enérgica y decidida, ésta futbolista nacida en Guyana disputó 131 partidos con la selección nacional de Canadá, anotó 71 goles y se convirtió en una de las máximas exponentes del fútbol femenino del planeta. Sin embargo, no todo fue color de rosa en su carrera, pues vivió en carne propia la irracionalidad del racismo.

Actualmente reside en el sur de EEUU, desde que colgó los chimpunes, y trae a cuestas la experiencia vivida en tres Copas Mundiales Femeninas de la FIFA, la ex delantera declaró al portal oficial de la FIFA, sus malas experiencias con el racismo en el fútbol.

¿Cómo describiría o definiría la discriminación?

Engloba muchas cosas. Pero diría que, en esencia, consiste en impedir que un grupo o un individuo alcancen un objetivo, participen en algo o pertenezcan a un grupo. Es una forma de exclusión.

¿Ha vivido alguna vez un caso de discriminación o una situación que pueda identificar como tal?

En la vida experimentas diferentes tipos de discriminación. Hay discriminación directa e indirecta, y en el caso de esta última en concreto no siempre eres consciente de su presencia.

¿Alguna vez ha sufrido algún tipo de discriminación directa sobre el terreno de juego?

Recuerdo especialmente un incidente acaecido cuando jugaba en Italia. Era un partido a domicilio, ni siquiera me acuerdo de en qué estadio. Los aficionados, como es normal, hacían todo lo que podían para intimidarnos. Pero, en un momento dado, empezaron a abuchearme a mí en particular y, cada vez que yo tocaba el balón, se ponían a hacer ruidos de animales.

¿Qué sintió cuando se dio cuenta de lo que estaba pasando?

Era la primera vez que me sucedía algo así. Me considero una persona bastante fuerte, y normalmente era capaz de canalizar ese tipo de enojo a través del juego. Pero aquello fue más demoledor que ninguna situación vivida hasta el momento. Me preguntaba: “¿cómo debo plantar cara a todo esto?”. Lo mejor que se me ocurrió fue mantener el tipo, seguir cumpliendo con mi trabajo y ser profesional. Pese a todo, aquella experiencia fue increíble.

¿Denunció el incidente después del partido? ¿Multaron al club?

No había controles, no se imponía ningún tipo de disciplina ni se adoptaban medidas contra aquello. Corría el año 1993 y el fútbol femenino se encontraba todavía en sus primeros estadios de desarrollo. Teníamos suerte si nos pagaban el sueldo puntualmente, lo cual era bastante raro. El nuestro era un fútbol de segunda clase comparado con el de los hombres.

Entonces, ¿qué se puede hacer individualmente para combatir ese tipo de racismo cuando aparece?

Como futbolista no puedes recurrir a nada. Estás ahí en el campo, totalmente expuesta, e intentas cumplir con un trabajo muy complicado. Los cambios tienen que venir de arriba.

En su opinión, ¿cómo pueden contribuir el fútbol y la FIFA a luchar contra la discriminación?

Sé que la FIFA y algunos clubes han intentado oponer resistencia al racismo, y tienen que seguir intentándolo. Es preciso que los clubes en los que se dan situaciones como la que he explicado sufran las consecuencias de estos actos. Hay que descontar puntos e imponer multas allá donde prolifere este tipo de proceder. Los propios clubes deben resistirse al racismo, y es preciso presionarlos a todos ellos para así sea.

¿Cree que se deben incrementar los controles que existen actualmente?

Sí, lo creo. El castigo no puede ser una palmadita en la mano, o las cosas seguirán como hasta ahora. Lo que me pasó a mí no es nada comparado con lo que ocurre en las ligas masculinas. Me parece muy decepcionante, porque no estoy segura de que suceda lo mismo en otros deportes. Es decepcionante para nuestro fútbol. Sé que se tardará tiempo en erradicar el racismo y la discriminación de nuestro juego, pero se puede conseguir. Tan solo es preciso que haya voluntad y ganas.