El director del Instituto Guestalt, Manuel Saravia, conversó con Peru.com sobre el caso de Alonso Siverio, joven que agredió a un anciano y a varios menores de edad. Dijo que, pese a tener una personalidad muy agresiva, estas personas pueden cambiar si se lo proponen.

¿Cuál es el perfil de personas agresivas como Alonso Siverio?

Hablamos de personas que tienen baja tolerancia a la frustración, con dificultad para controlar sus impulsos, de jóvenes a veces con rasgos de narcisismo. Es decir, son jóvenes que están muy centrados en sí mismos y no piensan en la otra persona. En psicología hablamos de que hay ausencia de empatía. Estos problemas los vemos desde la infancia, en niños que maltratan a los animales, que golpean a otros niños, que mienten y que no tienen empatía, y que no tuvieron un freno a tiempo, pues ese niño crece, se convierte en un adolescente o adulto joven que no tiene la sensibilidad para poder respetar el dolor y la integridad física de un adulto mayor.

Su padre dijo que el joven comenzó a tener ese comportamiento desde que a su madre le detectaron cáncer…

Toda persona puede estar viviendo un momento de dolor. Podemos entender el duelo, pero no podemos salir a justificar lo injustificable. Creo que hay que saber reconocer los errores, pedir perdón y corregir. Al final, una persona con estas características representa un peligro para sí mismo y para los demás. (…) Una persona no puede salir a la calle, cada vez que pierde a un ser querido, y atacar a adultos mayores o cualquiera que se encuentre en la vía pública para justificar su dolor.

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Además, su padre también comentó que el joven está en ‘cura de sueño’. ¿Qué implica ello?

Es un método psiquiátrico que se usa muchas veces cuando hay una depresión que no está siendo manejada por antidepresivos. Es una forma de desconectar al paciente. A través del sueño se busca calmarlo.

¿Y qué tanto influyen los anabólicos en el comportamiento de estas personas agresivas?

El consumo de anabólicos y estimulantes sí podrían eventualmente incrementar los niveles de impulsividad de una persona. Sin embargo, no podemos decir que todas las personas que están en gimnasios y consumen anabólicos salen a las calles a golpear personas. Acá tenemos que comenzar por un principio básico: reconocer los errores, pedir disculpas y buscar las soluciones.

Esta persona necesita de ayuda especializada para que aprenda a controlar sus impulsos y a manejar sus frustraciones y para que no represente un peligro ni para la salud física, ni emocional ni psicológica de nadie.

Son gente que siente placer al lastimar a la gente…

No necesariamente es que sienta placer. Hay un fastidio y la persona impulsiva alivia ese fastidio descargando cierta agresividad sobre el otro, usando los golpes, la descalificación, sin pensar en las consecuencias. Una persona impulsiva es como alguien que no tiene frenos. No tiene recursos para controlarse y decir “esto que hago está mal”. Una persona con esas características necesita de un medio ambiente que le ponga los límites, de una persona que no lo justifique, sino que más bien le confronte y le haga ver que está en un error. Sobre todo que busque una ayuda profesional para poder corregir esta situación y no se vuelva a repetir.

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¿Cómo pueden los padres detectar el carácter agresivo en sus hijos?

Eso puede aparecer en el colegio, en las discusiones en casa, rompen las cosas, reaccionan mal. Ya desde pequeños, un niño al que le da la pataleta, ya desde ahí hay que empezar a regularle, a hablarle, a hacerle meditar y de ser posible buscar una ayuda.

El caso ha originado mucha indignación en las redes sociales, a tal punto de que hay quienes le amenazan y se crean eventos para buscarle y agredirle.

No vamos a combatir la violencia con más violencia. No estamos hablando de que vamos a corregir a un golpeador agarrándolo a golpes. Creo que la respuesta social tiene que ser de límites. En el momento en que estamos en la calle y vemos a una persona que intenta hacerle daño a otro, debemos pararnos y decirle “alto, qué pasa acá”. Tenemos que buscar que las personas aprendan a calmarse y a dialogar, y que cada sistema familiar aprenda a regular al sujeto que tiene problemas de controlar sus impulsos. Esas personas pueden cambiar si se lo proponen.

Por: Gustavo Muñoz (@Gustavo_MP)