Desde muy temprano se oficiaron misas en los templos de los distritos de San Sebastián, Wanchaq, San Jerónimo y Santiago, así como de la ciudad de Cusco, hasta donde fueron llevadas en hombros las cruces.

Luego de ello los alferados o carguyoq invitaron a los fieles a continuar la fiesta y degustar los infaltables chiriuchu (potaje frío a base de cuy, cecina, gallina, chancho y yuyo, con tortillas de maíz, y rocoto) y el jugoso lechón al horno con tamal. Ambos acompañados de chicha de jora y cerveza.

Con profundo fervor religioso, los feligreses iniciaron la bajada de maderos desde los cerros para venerarlas con velas y cirios en las puertas de las casas de los alferados. Algunas familias lo hacen dentro de las viviendas o en sus jardines.

El símbolo religioso fue vestido con ropa nueva, decorado con luces multicolores, arreglos florales y a sus pies se colocaron cirios.

Una de las primeras cruces en ser venerada fue la de Kanibampa, que cada 30 de abril es bajada del cerro Muyocorcc’o, ubicado en el pueblo joven Chocco del distrito de Santiago. El día central del madero, que data de 1972, fue el 1 de mayo.

La fiesta Cruz Velacuy se remonta al siglo XVIII cuando las celebraciones eran en familia y en casas. Cuando la ciudad de Cusco comenzó a crecer, las urbanizaciones, asociaciones, asentamientos humanos y pueblos jóvenes optaron por sumarse a la veneración.

Esta tradición andino-católica se afianza tras la colonización española, a fin de revertir la creencia panteísta de los antiguos cusqueños en los cerros como sus apus.

La tradicional festividad del Cruz Velakuy se celebra entre el 30 de abril y el 4 de mayo. Este viernes concluye con el cacharpari o fiesta de cierre, en la cual las cruces son llevadas de retorno a los cerros y otras son guardadas.

Fuente: Agencia Andina