Cuatro siglos después de su descubrimiento, los marineros de todas las latitudes continúan soñando con cruzar el remoto , un hito de la navegación universal cuyo hallazgo inauguró una nueva ruta comercial y dibujó la forma definitiva del mapa planetario.

“El hallazgo del Cabo de Hornos marcó uno de los hitos de la navegación universal y del desarrollo de la geografía del planeta, además de influir en el progreso de la política marina”, dijo a Efe el historiador chileno Mateo Martinic.

La apertura del paso bioceánico, inaugurado en 1616 por la expedición holandesa comandada por los marineros Willem Schouten y Jacob Le Maire, significó la circulación libre y de forma mucho más veloz de embarcaciones hacia el Pacífico.

Hasta ese momento, los buques que querían cruzar hasta las islas Molucas – la mítica fuente de las preciadas especias – las Filipinas, China o Japón, tenían que transitar por el , un paso mucho más tortuoso y controlado por la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales.

El descubrimiento de también representó el fin de la tesis del “lago español” o dominio exclusivo del Imperio Español sobre el Pacífico y la costa occidental de América, “al permitir el acceso a potencias enemigas de España, como Holanda o Inglaterra, o amigas a medias, como Francia”, explicó Martinic.

Asimismo, su hallazgo desmintió definitivamente la existencia de la mítica Terra Australis Ignota y dibujar la forma definitiva del mapa planetario.

Entre los siglos XV y XVIII, los cartógrafos y científicos creían que no se podría encontrar ningún paso más al sur del Estrecho de Magallanes, pues afirmaban que la costa meridional con la que delimitaba el paso marítimo era parte de un mítico continente, con una superficie mucho mayor a la actual Antártida, que también agrupaba a Nueva Zelanda y Australia.

Al contrario de lo que creen la mayoría de los navegantes, para Chile este hostil promontorio, rodeado de naturaleza agreste y golpeado constantemente por el embate de la ventisca subantártica, representa “el inicio del planeta”, desde donde se “mira hacia el horizonte para avanzar tanto en la paz como en el desarrollo del país austral”, dijo a Efe el ministro de Defensa, José Antonio Gómez.

“Cabo de Hornos es parte de nuestro territorio, parte de nuestra soberanía y desde hace muchos años decidimos estar presentes en este lugar a través de una familia de la Armada”, agregó.

Cada año, un marino chileno y su familia habitan de forma temporal la casa-faro levantada en uno de los lomos de la isla y se dedican a operar la instalación que guía a los miles de intrépidos navegantes que sueñan con cruzar el cabo más austral del planeta.

“Mi tarea principal es hacer patria en el sector y efectuar soberanía, salvaguardar la vida humana en el mar y controlar el tráfico marítimo”, dijo a Efe el sargento José Aguayo, quien desde el pasado 27 de noviembre habita la isla remota con su pequeña familia.

Desde hace cuatro siglos, esta porción de tierra también se ha instalado con fuerza en el imaginario colectivo como sinónimo de mar embravecido y grandes naufragios. Ello la ha convertido en materia prima tanto para los intrépidos marineros como para los grandes escritores del mar, como Hermann Melville, Joseph Conrad o Francisco Coloane.

“Cabo de Hornos es un sitio muy especial para todos los navegantes, es uno de los grandes iconos de la navegación y uno de los cabos más famosos del mundo”, dijo a Efe el marinero británico Nick Carter, quien desde Puerto Williams, la ciudad más austral de , espera una oportunidad para cruzar por segunda vez con su velero el temido cabo.

Carter es uno de los muchos marineros que decidió atracar en el Club Deportivo Naval del remoto pueblo austral para tomar fuerzas antes de hacer el viaje hacia el Cabo de Hornos o la Antártida.

“Espero encontrarme una mar caótica e inmensas olas que me den un poco de adrenalina”, dijo a Efe el argentino Michel Moustapich, otro de los marineros que decidió surcar las aguas de estas latitudes y para quien la navegación hacia el Cabo de Hornos es uno de “los platos fuertes” de su viaje alrededor del mundo.

Aunque hace más de un siglo que la construcción del Canal de Panamá le restó protagonismo y años que los clásicos como Moby Dick no aparecen en los currículums escolares, el Cabo de Hornos sigue fuertemente anclado en alguna parte del cerebro. Quizá porque las grandes aventuras no entienden de épocas doradas y los vientos que alientan al espíritu viajero siempre empujan hacia los confines del planeta.

(Fuente: EFE)

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