Apurímac, la tierra del “Dios que habla”, no solo es inspiración para los escritores, sino serenidad para aquellos viajeros que gustan del descanso y un tranquilo esparcimiento. Destaca por su belleza natural y arquitectónica que todo turista está en obligación de conocer.

La acentuada belleza de los paisajes del río Pachachaca, muy mencionado en la obra “Los ríos profundos” de José María Arguedas o lo impresionante que es el cañón del río Apurímac, uno de los más profundos de la región, y que permite una predilecta vista de la belleza paisajista del lugar, hacen de Apurímac un lugar imprescindible.

Además la ciudad de Abancay siempre ha sido y será un punto de descanso del viajero que va hacia el Cusco. Sin embargo, su apacible encanto y la cordialidad de sus habitantes, genera satisfacción entre los viajeros que cruzan sus singulares calles.