Nacido en la otrora Checoslovaquia, Miroslav Tichý fue uno de los pintores más influyentes durante el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial. Sus representaciones femeninas con líneas sencillas e imágenes livianas, le marcaron un estilo que muchos auguraron como prolífico para su carrera. Con la llegada del Comunismo, Tichý sintió toda la represión del sistema hacia su obra, siendo obligado a abandonar la pintura y realizar el servicio militar.

En modo de protesta, se alejó de la sociedad y se convirtió en vagabundo, cocinando silenciosamente su arte en las calles. En 1960 inicia una nueva etapa artística, armado con cámaras fotográficas hechas por él mismo, elaboradas con desperdicios que unía a tubos de papel higiénico y que fungían como lentes adaptados a cámaras viejas que encontraba. Realizaba más de 100 fotografías por día, las que revelaba de forma rústica y arcaica. En las imágenes se observa a mujeres en traje de baño que disfrutaban de la alberca comunitaria, dándole un estilo voyeur.

No fue hasta la década de los noventa que su trabajo fue conocido gracias a uno de sus amigos de la infancia: Roman Buxbaum, quien asombrado por las fotografías se encargó de presentarlas, ganando admiradores que disfrutaban de la inverosímil y surrealista vida del fotógrafo de la cámara de cartón. Sus obras han sido reconocidas en todo el mundo y han formado parte de exposiciones en Madrid, Mallorca, París y Nueva York, sedes en las que ha dejado en claro que si bien fue considerado un vagabundo loco, supo mantener sus ideales entre contrastes y tonalidades oscuras que a través del arte se iluminaron con la delirante gracia de su talento.