Todo comienza en abril de 2007, cuando unas supuestas declaraciones de Keith Richards a la revista británica NME desataron la polémica. “Inhalé las cenizas de mi padre“, titulaba la exclusiva del semanario musical. Ante la pregunta de lo más extraño que había intentado esnifar, el guitarrista de los Rolling Stones contestó: “Mi padre, esnifé a mi padre. Fue incinerado y no pude resistir mezclarlo con un tiro. No le hubiera molestado, no le importaba una mierda. Me sentó muy bien, todavía sigo vivo”, aseguraba en NME.

Ya se imaginan. Es que resulta sencillo imaginarse a Keith Richards en plena orgía de químicos alucinógenos ‘jalando’ hasta las líneas de los cruceros peatonales, y por qué no hasta las cenizas de su papito. Los medios y las críticas estallaron y un día después, Richards se arrepintió y publicó un comunicado en la web de la banda, alegando que todo era una broma y sus declaraciones habían sido sacadas de contexto. Igual nadie le creyó y el mito de ‘quemadazo’ lo elevó aún más como leyenda del rock.

Pero bueno, la verdad es más poética de lo que se esperaba y no tan alejada de lo publicado en aquella ocasión, y fue el mismo guitarrista de los Stones quien se encargó de confirmarlo en su autobiografía con las siguientes palabras: “Como perro viejo que soy, dije que (sobre la declaración a NME) se sacó de contexto. Ni lo negué ni lo admití”, y continúa “La verdad del asunto es que después de tener las cenizas de mi padre en una urna negra durante seis años, porque no tuve fuerzas para esparcirla a los vientos, finalmente planté un robusto roble inglés para depositarlo al rededor. Y cuando quité la tapa, unos hilos de las cenizas volaron y cayeron en la mesa. No podía simplemente limpiarlo, así que pasé mi dedo por encima e inhalé el residuo. Cenizas a cenizas, de padre a hijo”. Así fue, se jaló a su papá.