Estás en el cine, viendo una película de suspenso, cuándo de improviso aparece en la pantalla la silueta siniestra del asesino. Tus ojos se han abierto como platos, tu frente se ha remangado hasta la nuca y tu cabeza levemente retrocedió 3 butacas más atrás. Te asustaste. Qué te tomen una foto así. Sigamos.

Sales del cine y a tu pareja se le antoja un sándwich estilo Picapiedras, y como te acabaste todo el popcorn y sientes que no te entra nada más, solo decides acompañar, pero cuándo te desean invitar, pasándote el sándwich por delante, desbordando en cremas, papas y carnes, tu rostro sufre repentinamente una contracción, como si chuparas un limón imaginario o le vieras el ombligo a la bisabuela de tu amigo. Tómate otra foto. Mira ahora ambas fotos y analiza.

Los ojos abiertos como platos cuando tenemos miedo, o la nariz fruncida y los ojos entrecerrados cuando algo produce repulsión, son mucho más que una forma de comunicar emociones. Según un reciente estudio, las expresiones de miedo y asco tienen más que ver con la evolución de la especie humana y la adaptación para la supervivencia.

Investigadores de la Facultad de Ecología Humana de la Universidad Cornell, Estados Unidos, refieren que estas dos expresiones faciales opuestas alteran la forma en que los ojos captan la luz y enfocan. El trabajo, publicado en la revista Psychological Science, sostiene que estos cambios son fruto del desarrollo evolutivo y tenían la función de ayudar a los humanos a sobrevivir, o al menos a percibir mejor las diferentes amenazas.

Los ojos muy abiertos por el miedo estimulan la sensibilidad y expanden el campo de visión para localizar el peligro en el entorno. Abrir los ojos puede mejorar la detección y localización de una potencial amenaza que requiere vigilancia reforzada, algo que coincide con la hipotética función del miedo. Por el contrario, al sentir asco, los ojos se entrecierran, bloqueando la luz para enfocar mejor un punto específico y señalar la fuente de repulsión. Entrecerrar los ojos puede mejorar la discriminación perceptiva para discernir diferentes tipos de peligros, como portadores de enfermedades y alimentos contaminados; la función hipotética del asco es evitarlos.

“Estas funciones opuestas del ojo abriéndose y estrechándose, que reflejan la dilatación y contracción de las pupilas, pueden ser los orígenes primitivos de la capacidad expresiva del rostro”, dijo Adam Anderson, autor del estudio. “Y estas acciones probablemente no estén restringidas al miedo y el asco, ya que sabemos que estos movimientos juegan un rol importante en cómo quizás se diferencian todas las expresiones, incluyendo sorpresa, enojo e incluso felicidad”, añadió.

Estos hallazgos coinciden con las ideas del naturalista Charles Darwin en uno de sus trabajos menos conocidos, ‘Las expresiones de las emociones en hombres y animales’, de 1872; en él advirtió que las expresiones faciales eran a veces muy similares en diferentes culturas e incluso en el reino animal, por eso, sugirió que deben tener un beneficio evolutivo en común. Así que, si pones cara de terror o de asco por algo, y te critican por ello, tú échale la culpa a la evolución.