El placer puede ser definido como la sensación agradable que provoca la satisfacción plena de una necesidad, y que se ramifica en diversos tipos de placeres, como el placer físico, emocional y el psíquico, que Platón consideraba como el placer mayor por la magnitud expansiva de este, por lo que recomendaba siempre satisfacer el intelecto hasta empacharlo.

En la actualidad es sabido que el leer es una necesidad, un deber y, en sí mismo, un placer, que brinda beneficios a todo aquel que se desvanezca ante una buena lectura. Por mencionar solo algunas de estas bondades, la lectura incentiva la ampliación de nuestra perspectiva (podemos percibir y entender más cosas), nos permite llegar a lugares, sean ‘reales’ o imaginarios, a los que de otra manera no podríamos acceder, representa una puerta de entrada a ideas, historias e imágenes que enriquecen nuestra existencia. “Todo nos lleva a un libro”, decía Borges, en alusión directa al papel principal que la lectura tiene dentro de nuestro guion cultural: el de una actividad fundamental para el desarrollo de la mente.

Pero no solo es ‘lo que se dice por ahí’ o lo que bien nos recomienda ‘el profe’ de redacción (y que gracias a él comencé a agarrarle el gusto a la lectura); la ciencia, mejor dicho, la neurociencia, ya se ha manifestado al respecto. Por ejemplo, un estudio reciente de la Universidad de Emory y publicado por el diario inglés Independent, descubrió que leer un ‘buen’ libro, tal vez una novela que nos estimule particularmente, potencia la conectividad en nuestro cerebro, efecto que puede prolongarse hasta por cinco días.

Esto que podríamos llamar una neurolubricación, se detectó en la corteza temporal izquierda, región que se ocupa de las habilidades psicomotrices, así como de la receptividad lingüística. Según lo observado, leer genera un sentimiento de profunda empatía con, por ejemplo uno de los personajes, y eso en tu cerebro se traduce como si lo encarnaras tú mismo, detonando una enérgica actividad cerebral, es decir, automáticamente estás en estado ‘play’.

Por otro lado, en Inglaterra, una especie de prescripción médica literaria se acaba de institucionalizar recientemente. Hablamos de la bibiloterapia, un concepto que nació a principios del siglo XX, y que desde 1966 ha sido promovido por la American Library Association. Básicamente, se trata de un programa de lectura estratégicamente diseñado para favorecer la recuperación de pacientes que padecen desordenes mentales moderados, que van desde el estrés y ansiedad, hasta formatos no severos de depresión. Este programa permite a los doctores recetar lecturas específicas a sus pacientes con el fin de acelerar su tratamiento; con lo cual ahora si tu médico te diagnostica estrés o ansiedad ya no llevarías tu receta a la farmacia, sino a una biblioteca.

En la mayoría de los casos las recetas refieren a libros de autoayuda y lecturas afines, supongo que porque son lecturas más digeribles para los que no están acostumbrados a leer. Pero más allá del contenido, quizá los efectos terapéuticos de la biblioterapia están relacionados, precisamente, a las reacciones neurológicas que detona la lectura, como, por ejemplo, la empatía profunda.

Según un estudio publicado por el Dr. Robert. S. Wilson, Ph.D., del Rush University Medical Center de Chicago, se confirmó que la lectura te permite afinar la memoria, agilizar la mente, y retardar el decaimiento propio del envejecimiento. Y si ya te estás cansando de leer este artículo y no te sientes aún convencido, te cuento que en el 2009 una investigación realizada por el Mindlab International, de la Universidad de Sussex, demostró que la lectura es una de las actividades más relajantes que tenemos a nuestra disposición, por encima de escuchar música, tomar una taza de té, o incluso caminar; que renieguen los melómanos.

“En realidad no importa qué libro estés leyendo, sino que al ‘perderte’ dentro de un libro, te liberas de tus preocupaciones y del estrés del mundo cotidiano, y pasas un rato explorando los dominios imaginarios del autor”, afirma el Dr. David Lewis, autor del estudio.

En conclusión, leer es una actividad que tenemos a la mano, que brinda beneficios a nuestra mente, y que, científicamente probado, nutre tanto nuestras habilidades como nuestra salud. Y no me queda más que agradecerle una vez más a mi ‘profe’ de redacción, por brindarme un pasaporte para viajar a cientos de lugares e historias y vestirme de muchas vidas que encontré en la lectura. ¿Alguien que me recete un buen libro, por favor?