Este Ph.D. en Psicología, nacido el 22 de octubre de 1920 en Springfield, Massachusetts, es uno de los grandes íconos de la contracultura de los años sesenta, un personaje que revolucionó su tiempo cuestionando permanentemente al poder e incitando a la gente a pensar por sí misma y a “manejar su cerebro”.

La historia dice que, tras el suicidio de su primera esposa, Marianne, Tim Leary comienza una transformación: del intelectual promedio —que saca al perro, bota la basura y se angustia por su sueldo— a la persona extraordinaria. Con un puesto de conferencista en Harvard que lo validaba como parte de la élite intelectual, Leary comienza a experimentar con drogas alucinógenas para comprender mejor el sistema nervioso. Su primer viaje, con hongos psilocybe, resulta tan intenso que tiene una experiencia mística y afirma haber probado “la carne de Dios”. Desde entonces, todo cambia, y el también llamado “alto sacerdote del LSD” comienza el viaje psicodélico que arrastraría tras de sí a toda la generación hippie.

Una vez convertido en el portavoz de la libertad mental, el poder lo encontró molesto. No solo ganaba notoriedad a pasos agigantados, sino que también era carismático e inteligente, y promocionaba ideas como el uso de drogas para el autoconocimiento y el respeto de las libertades personales. Rápidamente, el poder le asignó un némesis, Gordon Liddy, y sus problemas con la ley comenzaron a ser una constante. No pasó mucho para que estuviera en prisión, y menos aún para que escapara de ella. Leary ya era una leyenda.

Tras haber sido el abanderado de una generación, pasó el final de su vida navegando en LSD, siempre atento a la vanguardia. El primer filósofo hippie, aquel que decía que “la mente está diseñada para diseñar realidades”, encontró la forma de diseñar su propia realidad, modificar su mundo y siempre salirse con la suya.

Calificado por Nixon como “el hombre más peligroso de Norteamérica”, idolatrado por Gingsberg, Borroughs y Lennon, el psiconauta que nos enseñó “cómo manejar nuestro cerebro” murió en 1996 y fue el primer ser humano cuyas cenizas fueron lanzadas al espacio.

Hoy, Tim Leary completa una órbita alrededor del planeta Tierra cada 96 minutos.