Vives construyendo paredes a tu alrededor. No es algo voluntario, no deseas aislarte por completo de los demás. Pero has sido herida o visto a otros sufrir, y no quieres exponerte a tal pena.

Tu carácter y relaciones están determinadas por cierta frialdad y distancia, que no quieres dejar. Sientes que al minuto en que salgas de tu zona de comodidad, habrá algo que pase tan veloz que te hiera sin que te des siquiera cuenta. No quieres sufrir, y por eso te proteges contra el resto.

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Cada vez que alguien se acerca a ti, no dejas que pasen de cierta distancia. Crees saber qué es lo que va a pasar si abres la puerta para que alguien más entre a tu fortaleza, rodeada de murallas emocionales con ladrillos que se basan más en el miedo que en la experiencia. Es un componente fuerte, que no es fácil de derribar, pero no es imposible.

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Lo que no sabes, es que tarde o temprano puede que tengas que sufrir. No es algo que te deseo de mala manera, sino que es la única manera de que quieras salir de tu soledad y vivas la vida. Y que comiences a sentir la sangre a través de tus venas, por solo tener la idea de estar enamorándote. Te estás perdiendo de lo hermoso, de lo bello de la vida, que también dolerá, pero te hará más fuerte.

Tú también mereces ser amada. Mereces a alguien que se esfuerce por que le abras la puerta, que se de cuenta que debe ayudarte a romper estas murallas llenas de soledad y aprensiones. Que no eres un estereotipo más de mujer que le teme a amar, que eres de verdad y solo falta la persona indicada para que te quieras arriesgar.

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