Nos falta identidad propia. En Lima, por más que hayamos evolucionado en muchos aspectos, nuestra tendencia a seguir lo que hacen “los demás” nos sigue caracterizando.

Recuerdo un episodio (para ilustrar lo que expongo) que me sucedió hace muchos años cuando salía con un chico.

Éramos apenas adolescentes y su mamá nos hacía de chofer.

En uno de nuestros primeros dates la señora, como para conocerme un poco más, me empezó a interrogar cortésmente.

- De qué colegio eres?

Antes de darme tiempo a responder, re pregunta…

- Del Villa María o del San Silvestre?

No señora, ni del Villa ni del San Sil, Marisol estudió en el Peruano Británico, un colegio mediano, de perfil bajo y de muy buen nivel académico.

La situación hoy me parece harto anecdótica y la recuerdo con una sonrisa y hasta con cariño, sin embargo en ese momento lo único que quería en la vida era ser Villa María o del San Silvestre.

En Lima, igual que hace 20 años, a veces es necesario sentir que perteneces o que eres parte de lo que está de moda según un grupito social.

Hace 20 años para mi ex suegra era importante que la chica que salía con su hijo estuviera en uno de esos dos colegios. Era lo que conocía y lo que le parecía que estaba bien.

Entiendo que es normal pretender movernos en lo que nos resulta familiar y conocido; sin embargo, si hemos evolucionado y revolucionado en muchos aspectos podríamos también hacerlo al ensayar salirnos de nuestra zona cómoda y de lo que conocemos y ampliar nuestros horizontes.

Sigue existiendo mucha gente que mata para que sus hijos estén en los dos o tres colegios que hoy están de moda en Lima.

Por supuesto que todos queremos lo mejor para nuestros hijos, pero convengamos que hay muchos buenos colegios en Lima y no sólo tres.

Hay padres que desean una disciplina rigurosa para sus hijos; otros, por el contrario, un estilo más relajado. Hay niños con evidente inclinación a lo artístico. Familias que buscan énfasis en la formación espiritual… en fin, opciones para todos los gustos y bolsillos.

El colegio es una experiencia de 5 veces por semana por casi 15 años. Esa experiencia deber ser agradable y apropiada tanto para los padres como para los chicos.

Conozco a una chica que hizo postular a su hijo 4 veces a uno de los colegios más populares de Lima y cada vez que no ingresaba el tema se convertía en un dramón familiar. Me imagino que el más afectado era la pobre criatura de 3 años que sentía la presión y frustración familiar sin terminar de entender lo que estaba sucediendo.

Definitivamente ese colegio no era el adecuado para él y ni de lejos la única alternativa para la familia. No dejo de escuchar lo difícil, casi rayando en lo imposible, que se han vuelto los ingresos a los colegios. Sospecho que esa dificultad está, muchas veces, en el capricho obsesivo de dirigir nuestra puntería a sólo ESE colegio.

Es muy limeño seguir al rebaño. Hacer 2 horas de cola para almorzar en el restaurante de moda. En ese o en ningún otro.

Veo a mi hija y a sus amigas, cuando van a arreglarse a mi casa, todas con botas idénticas, la cartera exacta, la misma marca de jean. Uniformadas. Veo exceso de colectivismo y falta de individualidad, no sólo en la manera de vestirse, si no de hablar, actuar y hasta de pensar.

Veo una oportunidad en nosotros, como padres, de inculcarles otros valores a nuestros hijos. Valores que reflejen los que nos caracteriza y hace única a nuestra familia; que nos aleje de lo que identificamos como negativo en la sociedad. Como familias y desde nuestras casas, podemos empezar a hacer la diferencia.

Marisol Quiroga Glave

https://solmania.wordpress.com/