Ser padres no es tarea fácil. Si queremos triunfar en la difícil carrera de ser madre o padre, nos harán falta grandes dosis de paciencia y sobre todo, mucha serenidad. Aquella, es el pilar fundamental para un ambiente familiar donde reine la armonía. El control ante situaciones adversas o frustraciones será necesario en ocasiones tan habituales como enfrentar las rabietas de los niños.

Es común perder la paciencia alguna vez, aunque los más propensos para ello son aquellos que sufren dificultades laborales o domésticas. La impaciencia se puede determinar de diferentes maneras, propiciando una cachetada, ante una situación determinada, no ser empático ante las situaciones que lo ameriten o no fomentar el juego, siempre justificando en todos los casos, la falta de tiempo. Estas actitudes resultan perjudiciales tanto para el niño como para los padres, pues en un futuro, tanto el sentimiento de culpabilidad del padre, como el resentimiento del hijo, podrían enfrentamientos mayores y distanciamientos prolongados.

Es importante no intentar cambiar el carácter de nuestros hijos, conducirlos paulatinamente por un camino que los lleve a la madurez, será lo primordial. Algunas veces, el estilo de vida acelerado producto del trabajo, combinándolo con el quehacer del hogar, lleva a perder los estribos rápidamente. Por el bien de los más pequeños, lo mejor será no perder el equilibrio, la constante comunicación para atender sus propias frustraciones, hará crear un fuerte vínculo a través de la reflexión. Si sabemos ser unos buenos padres, manteniendo la serenidad en los casos, haremos que nuestros hijos crezcan con un pensamiento maduro en la vida.