Cuando tenemos un hijo pequeño nos abruman mensajes contradictorios sobre las cosas que debemos ofrecer a los niños, las experiencias, recursos educativos y logros en su autonomía que parece que hay prisa para que logren antes de los seis años.

Sin embargo, a veces nos olvidamos de lo importante que es la experiencia real con la naturaleza y los materiales.

1. Ensuciarse. Ensuciarse a conciencia: con barro, agua, arena, hojas secas, hierba mojada, polvo de los caminos, lluvia en el pelo, paja del establo. Revolcarse por un prado, acariciar un animal, tener las manos llenas de barro y de musgo de un árbol.

2. Comer alimentos que recolecte de la naturaleza con sus propias manos. Seguramente muchos, cuando eran niños, descrubieron el placer de comer algo tomado con sus propias manos. En lo posible hay que ofrecer esta experiencia maravillosa a los niños en paseos por el campo, vale la pena.

3. Construir un refugio. Nosotros hemos construido muchos refugios. En el bosque, con ramas caídas; en la playa, con los troncos que arrastra el mar; en el desierto, con hojas de palma, piedras y cañas. Inventando un lugar donde escondernos, una aventura de naúfragos u hombres prehistóricos.

4. Sentir los elementos. Sentir directamente la fuerza y la diversidad de los elementos de la naturaleza es emocionante, divertido y educativo. No privemos a los niños del viento en la cara, la lluvia en el pelo. Meter los pies en el río, chapotear en los charcos, tocar con la mano el hielo en invierno, revolcarse en la hierba y en la nieve.

5. Descubrir animales en libertad. Mirar en una charca los renacuajos, los peces en un riachuelo, observar aves en libertad, perderte en el vuelo de los pájaros. Sentarte en mitad el bosque, en silencio, tumbado sobre la hierba mientras miras los insectos que se mueven.

6. Hacer sus propios juguetes. Otra de las actividades que olvidamos, cuando pueden ser muy sencillas, es enseñarles a construir sus propios juguetes. Hacer una cometa y luego, esperar ansioso un día de viento para hacerla volar es algo maravilloso.

7. Trepar. Trepar por el simple placer de trepar. Con seguridad, pero sin miedo, y acompañados si es necesario. A un árbol, una tapia, una piedra enorme o una montaña. Sintiendo el peso del propio cuerpo, la gravedad que empuja hacia abajo, descubriendo los lugares donde apoyar los pies y asegurar las manos.

8. Encender una hoguera. Por supuesto, con todas las normas de seguridad y la supervisión de un adulto, pero encenderla. Recogiendo ramas secas, con carbones, en un espacio asegurado o en una chimenea. Dando aire con lo que tengamos a mano.

9. Comer con las manos. Pues sí. Comer con las manos es un placer que no deberíamos prohibir, siempre dentro de las normas y adaptándonos al lugar y el alimento. Pero comerte unas chuletas, un pescado asado, lo que sea, pero sin necesitar platos ni cubiertos, con los dedos calientes y la grasa por el mentón.

10. Andar descalzo. Por casa les encanta seguramente andar descalzos, pero además, con cuidado, deberíamos dejarles sentir la sensación de los pies desnudos sobre la hierba y las hojas húmedas, la arena caliente, las piedras del camino, la nieve y el agua del un río o el mar aunque estén fríos.