Las mujeres, al igual que los hombres, queremos lo que no podemos tener. Sea ropa de diseñador, palitos de pan infinitos o hombres que nunca se comprometen. Lo que queremos es lo que sabemos que nos hace mal.
Es la adrenalina, la anticipación, esa sensación genial de tener algo que sabes que ni siquiera deberías estar tocando. Es la sensación tibia que te llena de mariposas en el estómago de la primera vez que tienes los brazos de un hombre a tu alrededor.
Tenemos los mismos motivos y razonamientos inconscientes por los cuales vamos tras el hombre que nos romperá el corazón, el hombre que nunca querrá algo serio y el hombre con quien nada nunca funcionará.
El caso perdido es ese tipo de hombre que no te hace bien. Es el tipo que nunca te pidió que fueras su pareja en la graduación o ese tipo loco que en la universidad bebía tanto alcohol que se equiparaba al número de cumplidos que se daba (demasiados). Es el que nunca se comprometerá contigo, que siempre te engañará y nunca se disculpará.
Tiene el don del habla, es encantador y tiene ese nosequé. También es ese hombre al que se le olvida llamar, nunca quiere saber qué fue de ti y lo más probable es que esté con otra mujer. Es un maldito, un hombre coqueto y en general sólo trae malas noticias.
El Complejo Danny Zuko
Puede que ‘Grease’ sea un ejemplo pasado de moda, pero estoy segura que existe al menos una película de las novelas de Nicholas Sparks que cae en la categoría de una mujer que reformó a un hombre, lo que pasa es que me encanta John Travolta con su chaqueta de cuero.
Pero cualquiera sea la película que se te venga a la mente, todos sabemos que el caso perdido es ese desafío que toda mujer quiere tomar al menos una vez para ver si es que puede convertirse en su domadora, la que haga que cambie su chaqueta de cuero por un sweater blanco. Sin embargo, pocas veces esta operación es exitosa.
Siempre hemos querido ser una Chica Bond
A las mujeres les gusta el peligro tanto como a los hombres, incluso si nuestros escenarios no incluyen armas de fuego. Aunque no siempre buscamos la violencia física, buscamos esos ataques emocionales que pueden dejarnos tiradas en el piso.
Nos gusta la idea de apostar nuestro corazón por algunas horas, semanas, meses o años a un hombre que lo hará latir al máximo. La adrenalina de ir tras un hombre que no puede ser dominado es tan adictiva y tóxica como robar o crearse una nueva identidad.
Todas somos masoquistas
Sin importar si lo admitimos o no, todas nos provocamos dolor de manera habitual. Nos hacemos cosas que no sólo son peligrosas, sino que dañinas. Compramos zapatos incómodos, caminamos a casa solas y borrachas y salimos con hombres que nos romperán el corazón.
A muchas mujeres les gusta pensar que no saben cómo es él cuando empiezan a salir, pero ese es otra prueba de la manera que escogemos para herirnos: Nos mentimos.
Hacemos las cosas dos, tres o hasta cuatro veces antes de aprender que nos hacen mal. Simplemente porque nos hemos acostumbrado a ello y pensamos que nos gusta.
No hay dos casos perdidos que sean iguales
La mayor atracción que tienen estos hombres es la habilidad que tienen de ser únicos. Estos hombres son diferentes de los hombres que podrías atraer y son mucho más emocionantes que tu cita habitual.
Son los hombres que no sabes cómo predecir y que te mantienen inquieta. Son los que tienen su propio estilo, juegan su propio juego y tienen su propia forma de incitarte y luego dejarte.
La verdad es que, en secreto, amamos el drama
Algunas mujeres aman el drama tanto como aman el peligro. Necesitan las lágrimas, las peleas y los gritos de la misma manera que buscan el quiebre. Porque el quiebre es mejor que sentir nada, ¿cierto? Y hay algunos dramas que son mejores que una vida llena de horarios planeados y relaciones aburridas.
Las mujeres seguirán tras estos hombres hasta que estén suficientemente heridas, cansadas y asustadas como para finalmente querer buscar un hombre estable y que les de seguridad.