En el nuevo libro La Ciencia de besos: Lo que nuestros labios nos están diciendo, la autora Sheril Kirshenbaum cita el trabajo de la antropóloga Helen Fisher, quien dice que besarse ha evolucionado para satisfacer tres necesidades esenciales: el deseo sexual, el amor romántico y el apego.

El beso romántico es parte de más del 90% de las culturas humanas, y su papel, como Kirshenbaum dice, es que nos ayude a encontrar socios, comprometernos con una persona y mantener unidas a las parejas el tiempo.

La investigación muestra que el beso aumenta los niveles de neurotransmisores como la dopamina, que está implicado en el deseo sexual y serotonina, que eleva el estado de ánimo. También causa un aumento en la oxitocina, la llamada hormona del amor, cuya liberación durante el orgasmo conlleva a la unión entre parejas.

El biólogo Claus Wedekind descubrió que las mujeres son más atraídas por el olor de los hombres que tienen un sistema de código genético diferente del propio. “Los varones tienden a besar como un medio de obtener favores sexuales. Las mujeres besan más bien como un dispositivo de evaluación del compañero”, explica.

También descubrió que las mujeres eran mucho más propensas que los hombres a insistir en besos antes, durante y después del sexo. Así, queda demostrado que mientras para las mujeres un beso puede significar muchas cosas, para los hombres es más bien un acercamiento al instinto reproductivo de la especie.