Nuestro olfato no sólo permite percibir olores, también tiene un sentido sexual y animal, es decir, nos hace sentir atraídos por otras personas, provocándonos una especie de amor a primer olfato.

En los estudios más recientes sobre sexualidad biológica del Instituto Karolinska de Estocolmo, Suecia, se ha investigado sobre el olor de las hormonas sexuales presentes en el sudor, llamadas feromonas, que provocan deseo sexual en muchos animales.

Hasta hace poco se creía que las feromonas eran intrascendentes para el ser humano y que no estaban conectadas con el cerebro, pero investigaciones recientes de la Universidad de Utah, en Salt Lake City, EE.UU, han demostrado que las feromonas también juegan un papel poderoso en la sexualidad humana.

Una mujer heterosexual o un hombre homosexual expuestos a la testosterona, hormona sexual masculina, reflejan una respuesta en la parte de su cerebro involucrada en la actividad sexual.

Experimentos han demostrado cómo reaccionan las mujeres a las feromonas. Científicos probaron, en un cuarto con varios asientos, vaporizar una pequeña cantidad de exaltolide, equivalente industrial del androstenol, en uno de los asientos, posteriormente todas la mujeres que entraron en el cuarto eligieron el asiento vaporizado, mientras que los hombres lo rechazaron.