Freud decía que es un estado psicótico de la personalidad, y tenía razón: no hay nada más parecido a un loco que un enamorado. Esa persona no está viendo la realidad, sino que idealiza.

No ve al otro en su totalidad, sino que el otro es una pantalla donde proyecta sus aspectos idealizados. Este estado es insostenible en el tiempo. Puede durar horas, días e, incluso, meses.

Y es justamente cuando se empieza a conocer al otro cuando aparecen las primeras desilusiones que dan paso a un encuentro más real, de aceptación en su totalidad, con sus defectos y virtudes.

A partir de ese momento podemos empezar a construir una relación y el enamoramiento es reemplazado, en algunos casos, por el amor.

Enamoramiento vs. amor

El amor es el estado en el que elegimos a nuestra pareja sin querer cambiarla y buscamos a partir de ahí construir un camino juntos. Puede ser más placentero que el enamoramiento, pero en lo que no puede competir nunca es en el nivel de intensidad. El enamoramiento siempre es más intenso.

La química del amor

Hoy sabemos que todo lo que nos pasa tiene su correlato físico: cuando estamos asustados temblamos, al emocionarnos se nos pone piel de gallina, con la ansiedad se nos acelera el corazón, y cuando estamos enamorados podemos sentir todas estas cosas y algunas más.

El principal responsable de todo lo que nos pasa cuando estamos enamorados es la dopamina, un neurotransmisor que en este estado aumenta y produce síntomas placenteros, excitantes y que tienen el poder de alejarnos de la realidad.