Para llevar a cabo el estudio, se analizaron las respuestas de 293 estudiantes de ambos sexos de entre 18 y 25 años. Ellos debían contestar varias preguntas sobre distintos temas, incluido el sexo.

Mientras las contestaban, los profesores que llevaban adelante el estudio, conectaban al estudiante en cuestión a un detector de mentira. La trampa era que el detector no funcionaba, pero el objetivo era que sintieran más presión para decir la verdad.

Aquellas mujeres que estaban conectadas al detector de mentiras, fueron más honestas con sus respuestas: dijeron perder su virginidad cuando eran muy jóvenes, reconocieron todas sus relaciones casuales y la cantidad real de amantes que habían tenido. Sin embargo, cuando no estaban conectadas, y por ende se sentían más libres para mentir, las mujeres no fueron para nada honestas.

Mentían sobre cuándo había sido su primera vez (todas se agregaban años), el número de amantes (todas dijeron menos de lo real) y la cantidad de noches de sexo casual (todas reconocieron muy pocas).

En el caso de los hombres, fue exactamente lo contrario: se agregaban amantes a la lista, decían que habían debutado a muy temprana edad y hacían alarde de la cantidad de noches de sexo casual que habían tenido.

De acuerdo con los investigadores, estos resultados muestran que las personas son propensas a mentir sobre su historia sexual para cumplir las expectativas típicas del género.

“Hay algo único sobre la sexualidad que hace que los investigados mientan para colmar las expectativas estereotipadas del género al que pertenece”, dijo el profesor de psicología Terri Fisher, jefe de la investigación, en el comunicado de prensa.