El exceso de cursilería: Es cierto, las mujeres amamos los piropos, cuando nos dicen cosas lindas nos ponemos cual cachorro al que le rascan la panza, pero nunca falta el que se toma esto un poco demasiado en serio, pasa de piropero a bieber fever y tú ya no sabes si agradecerle o firmarle un autógrafo.

El exceso de confianza: Estás en medio de la tercera cita, han decidido comerse unos tacos y entrarle un poco al “amor a la mexicana” cuando de repente el pretendiente en cuestión hace una mueca extraña y escuchas un sonido desagradable salir de su boca.

El exceso de engreimiento: Hay una gran diferencia entre engreírse un poco, lo cual puede ser hasta adorable, y volverse un drama king.

El exceso de publicidad: “Flaquita, tú no sabes con quien estás hablando. Espero que estés yendo al gimnasio porque conmigo no es una prueba de 100 metros, es una maratón”. El tema del marketing personal te lo estás tomando un poquito a pecho. Entiendo la parte en la que quieres tratar de impresionarme con todas tus fantásticas cualidades y habilidades pero tu discurso me genera tanto interés como el infomercial de sartenes de fibra volcánica.

El exceso de celos: Nunca falta el desubicado que ha salido un par de veces contigo y decide que tiene la potestad de empezar a pedirte explicaciones de quien como cuando y porque. Posesivo, inseguro y un tanto stalker si eres de los hombres excesivamente “territoriales” probablemente las mujeres saldrán corriendo más rápido que si hubiera cierra puertas en Ripley.

El exceso de pasividad: El es un caballero, un chico que sabe respetarte, darte tu sitio. Que no te trata como un objeto, que mantiene su distancia, que quiere que las cosas vayan con calma por lo que no intenta nada contigo. Ese complejo que tienes de Lord inglés con monaguillo es llevar las cosas a un extremo innecesario ya que de tanto bajarle la velocidad, se te va a apagar el carro en The Friend Zone.

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Fuente: Soltera Codiciada