La ilusión del amor platónico rige nuestras vidas desde jóvenes. Cuando en el colegio cuestionábamos a cerca de qué era el amor, las primeras impresiones e ilusiones. El amor platónico lo asociamos generalmente con algo que, aunque sabemos es inalcanzable, nos quita el sueño sin la posibilidad de apreciar la realidad. Desde artistas que se admiran, hasta aquella persona cercana y que desde ya, se sabe, nunca sentirá el mismo afecto que uno.

La denominación “platónico” proviene del filósofo Platón, donde relataba a través de sus obras, aquella sensación definiéndolo como una motivación a través de algo o alguien de manera incandescente, por un deseo de conocerlo hasta en lo más personal. Interviene una forma de amor o amistad, que deja de lado el aspecto sexual, y hasta la escasa comunicación. Si se sobrepasa esos límites, llegando a un entendimiento o hasta una relación física, dejaría de denominarse amor platónico, para entrar en una relación tradicional.

El idealismo lleva a “enamorase” de alguien por lo que visualiza, manteniéndose pendiente sobre sus gustos y estilo de vida personal. La idea que proyecta aquella persona apreciada desde lejos, puede acabar en dos consecuencias: Poseer un enamoramiento que se acrecienta por la admiración, o el desencanto en el momento de la interacción. Por ello, se afirma que el amor platónico es un sentimiento efímero, pues no llega a concretarse por miedo a descubrir el interés, o ya no mantener las mismas expectativas que antes.

Son tres las características que componen el amor: La pasión como un deseo inmediato por la otra persona, la intimidad como capacidad de exponerse en todo sentido al otro y el compromiso que asegurará la permanencia de aquella persona cerca a uno. En este sentido, el amor platónico sería la pasión; por el ingenio con el que se trabaja para buscar estar con la persona queriendo convertirlo en una verdadera relación.

Fuente: Mujer Activa .

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