Hace algunas noches, no pude evitar escuchar a mis vecinos de una habitación contigua a la mía en un pequeño hotel del interior del país, pese al cansancio acumulado del agotador día de trabajo los extraños ruidos de la pareja me obligaron a ser testigo del uso pleno de sus facultades sexuales.

Durante los primeros minutos creí que mis vecinos disfrutaban a todo volumen de una película para adultos, un film porno espectacular donde la protagonista grita con intensidad aterradora y desvergonzada falsedad; sin embargo, con el transcurrir de las acciones pude concluir que estaban en vivo y en directo, separados de mí sólo por una pared.

La dama hacía gala de una calidad histriónica envidiable, digna de un reconocimiento de la Academia. Sus gritos eran exagerados pero lo más ridículo de la fingida mujer eran sus expresiones en un masticadísimo inglés, típicas de las “porno star gringas”. Me mantuve despierta hasta altísimas horas de la madrugada más que por morbo, por diversión; luego de alcanzar un falso final, la mujer cambio su actitud de “fem fatale” para transformarse en una niña de risitas impostadas.

De regreso a la ciudad, me detuve a pensar en las huachaferías en las que solemos caer los amantes cuando nos dejamos asaltar por el ego, los estereotipos, el desconocimiento y el mal gusto, propio de un pésimo (a) amante. Si la cualidad de “cursi” es una pantomima a la elegancia, una cursilería sexual es una pésima representación. Ni hombres ni mujeres se salvan del mal gusto, de la huachafería o cursilería a la hora del sexo y del amor.

Aquí algunas de las más comunes, frecuentes y habituales huachaferías femeninas en el ring de la pasión.

El falso pudor.- La actitud clásica de la mujer que esconde su vida sexual tras falsos pudores, fingiendo vergüenza de principiante; excusándose a sí misma por disfrutar del sexo. Frases como “soy virgen”, “apaga la luz que me da vergüenza”, “despacio que me duele”, “tú eres el primero, luego de mi separación”, “por ahí sólo lo hice una vez y fue un ratito” o “jamás lo hago en la primera cita”.

Clichés aprendidos y utilizados hasta el hartazgo con el único fin de disimular una vida sexual plena, algo natural en el ser humano, pero inmoral para algunos de doble discurso.

La falsa excitación.- Este es el otro extremo del falso pudor, pero igual de artificial. Mujeres con gran capacidad histriónica fingiendo exagerado placer, haciendo uso de gritos impostados y frases prefabricadas en la industria del porno (como mi vecina en el hotel). Expresiones trilladas como “oh my god”, “¡Yes!” “¡Sí!”, “Dios mío”, “auuuuuuuuuuuuuuu”.

Excelentísimas huachaferías extraídas de la industria porno, alejadas de nuestra idiosincrasia y fácilmente reconocibles. Nada más fuera de lugar para excitar a tu compañero que un pésimo guión mal aprendido.

El falso romanticismo.- El máximo afrodisiaco en una pareja unida por el amor es un “te amo” o un “te quiero” real durante el sexo. En el momento correcto, escuchar estas palabras pueden ser el detonante de la explosión de tu ser para llevarte al goce máximo, pero cuando son falsas, forzadas y carentes de todo valor resultan ser un mata pasiones.

Somos en mayoría las mujeres (algunos hombres también) quienes caemos es la cursilería de agregarles falsos sentimientos a un momento de placer por la convención social que desaprueba el sexo sin sentimientos duraderos y sin formalidad de por medio. La ligereza de un “te quiero” sin sentirlo puede frustrar el mejor de los orgasmos, por ser evidentemente falso.

El sobre nombre genital.- Mujeres adultas, experimentadas y conocedoras del sexo pero con la creencia de que utilizar sobrenombres, para referirse a los genitales durante el acto, las convierte frente a los ojos de su compañero en damas inocentes y delicadas.

“Tú pipí”, “tú pirulìn”, “tú pipilìn”, “tu chapulín colorado”, “tú Manuelito” (si él se llama Manuel). “Mi cosita”, “mi Pochita”, “mi virtud”, “mi galletita” o “mi papita”; y si a todas estas huachaferías se le imprime un tono de voz inocente, cándido e infantil con seguridad serás la causante de una eventual disfunción eréctil momentánea en tu pareja. Tampoco estás obligada a hablarle sucio a tu compañero sino te gusta, pero llegar al extremo de la tontería no es lo más excitante. Suficiente con que uses el nombre propio: Pene y vagina para referirte durante el acto.

Nosotras, somos las únicas que podemos despojarnos de falsas culpas y sentimientos negativos por vivir nuestra sexualidad. El sexo se acepta, se tiene y se disfruta, sin culpas ni pudores; porque mientras màs autèntico, màs placentero.

Por Mónica Cabrejos en Ni Puta Ni Santa