Pocas versiones de la madrastra mala de Blancanieves pueden presumir de lucir del modo en que lo hacía la espectacular Julia Roberts.

Vestida íntegramente por la diseñadora Eiko Ishioka, una de esas raras joyas del cine capaces de crear vestuarios dignos de Oscar, la bruja del cuento de los hermanos Grimm se transformaba, literalmente, en una de las novias más hermosas del Reino, con o sin espejito mágico.

El secreto: los más de 100.000 cristales de Swarovski, en veinte tonalidades diferentes, bordados sobre el traje de novia que la actriz lucía en pantalla a lo largo del filme, y distribuidos sobre una espectacular falda-enredadera.

El vestuario de la película se converte en la última aportación de la diseñadora japonesa al imaginario del cine de Hollywood, uno de los muchos que creó para la película protagonizada conjuntamente por Julia Roberts y Lily Collins.