La paciencia es una virtud y, como tal, depende de la jerarquía que le damos y del desarrollo personal que ejercitemos, que nos facilitará el vivir sin apuros y con la pausa necesaria para disfrutar los momentos cotidianos.

Ser paciente es buscar con calma la sabiduría, la reacción adecuada ante los diferentes estímulos que nos enfrenta la vida. Es apelar a la grandeza de la voluntad y del ánimo.

Saber esperar con calma que las cosas sucedan ayuda a evitar el estrés. Las mujere través de los años han desarrollan esta virtud logrando una sensibilidad eficaz para detectar adecuadamente y de un modo simple los triunfos de los fracasos, los problemas de las banalidades y, así, poder encarar la vida con optimismo y armonía.

Las féminas saben entender la paciencia como un don es estar dispuesto a ejercerlo con todas aquellas personas que conforman su mundo, sin olvidarse de ejecutarla, en primera instancia, con ellas mismas.