La paciencia, aquella virtud que algunos denominan cosa de “sabios”, puede ausentarse de nuestras actitudes, opacado por la impaciencia que produce la ansiedad y frustración.

Según estudios, en la actualidad las personas que viven en medio de ritmos de vida acelerados, ejercitar la paciencia les resulta una técnica innecesaria y retrógrada. La impaciencia, determinado como un afán inútil de que el mundo acelere su tiempo a la par con nuestro ritmo, acrecienta la ansiedad, elevando los niveles de estrés en el organismo, que en muchos casos, son los causantes de enfermedades como la hipertensión, dolores musculares e irritabilidad.

Según el sitio web Essentiallifeskills.net, muy por el contrario, la paciencia fomenta una dosis de plena estabilidad emocional. Aquella persona paciente toma las cosas con calma, mantiene el control de las propias emociones, permitiéndole ser capaz de actuar de una manera serena y eficaz, mantener una vida apacible, promoviendo la salud mental y espiritual.