Dejar de hacer alguna de las comidas principales no contribuye a la pérdida de peso, todo lo contrario. Mejor, organizarlas con una diferencia horaria de hasta tres horas entre una y otra.

Hay que ingerir, por día, al menos 2,5 litros de bebidas sin calorías. Todas las comidas deben acompañarse con bebidas: si contienen gas, como la soda, las aguas saborizadas sin azúcar o las gaseosas light, mejor aún porque generan distensión y otorgan saciedad.

Todo plan de descenso de peso debe ser rico en fibra. Las verduras la aportan de manera generosa, por lo que es fundamental comenzar el almuerzo y la cena con una porción abundante de ensalada bien colorida. Si no estamos habituados a su consumo, para evitar molestias gastrointestinales conviene incorporarla en forma paulatina.

La forma de comer es un punto clave para lograr saciedad, mejorar la digestión y prevenir la hinchazón. Hay que aprender a disponer del tiempo necesario para cada comida, comer sentado, concentrado en el plato, con cubiertos, con una buena masticación, tomando bocados pequeños y sin distracciones.

Saltear la primera comida del día produce una disminución del azúcar en sangre y ocasiona más hambre a posteriori. Esto aumenta el tamaño de las porciones y hace más lento el metabolismo, frenando el descenso de peso.

Recordatorio: Todo plan de alimentación debe acompañarse de actividad física diaria y hacerla como parte del estilo de vida. Cada uno elegirá lo que más le guste, pero es esencial que genere placer para mantenerla a largo plazo.