Recibes menos oxígeno. La experta en temas de la piel, Katie McCaffrey, comenta que cuando dormimos profundamente la sangre de nuestro cuerpo llega a la superficie de nuestro rostro y es en este minuto en el que nuestro organismo comienza con el proceso de oxigenación. El propósito de este mecanismo es reparar la piel, darle oxígeno y llenarla de nutrientes por lo que cuando dormimos menos es posible que nos saltemos este proceso. Esta sería la razón por la que al otro día despertamos con un cutis no tan ideal y un rostro que se ve muy cansado. No sólo tú tienes sueño, tu rostro también agradecería unas horas extras con tu almohada.

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El proceso de desintoxicación se ve interrumpido. Katie también comenta que, al mismo tiempo, nuestra piel libera las toxinas a las que se ha visto expuesta durante el día en este momento de la noche. Es posible que hayas notado que luego de una mala noche de sueño despiertes con más imperfecciones o granitos en el rostro. Esto se debe a que, como la piel no pudo desintoxicarse, todas las bacterias presentes pueden formar desagradables granitos o puntos negros.

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No disfrutamos de los beneficios de la regeneración celular. Además de requerir dormir las horas necesarias, nuestra piel también requiere un cierto tipo de sueño: el sueño profundo o REM. Es sólo en este estado que nuestro cuerpo logra comenzar a regenerar las células que fueron afectadas o perdidas durante el día por lo que mientras más liviano o reparador sea nuestro sueño menores posibilidades tendremos de que nuestro rostro se regenere y se repare.