Chanel. Karl Lagerfeld puso de manifiesto, en este desfile, su propia versión de la modernidad. La opulencia de antaño fue sustituida por una cercanía minimalista, moderna y hasta modesta. Las modelos llevaban vestidos con la silueta curvilínea de un edificio de Le Corbusier, esculpidos en tejidos tan dispares como neopreno y seda.

Dior. Dos años después de tomar el mando de Dior, Raf Simons finalmente consiguió, según Suzy Menkes, “el lanzamiento perfecto, donde hubo suficientes elementos de su estética personal, equilibrados con el legado de Christian Dior”. Faldas con forma de globo que caían suavemente desde la cadera o corsés de la Belle Époque convertidos en minifalda eran una sombra de María Antonieta.

Versace. En la pasarela de este año, Donatella Versace anunció que su inspiración procedía de los días de gloria de la alta costura de la década de los cincuenta. Como siempre, el desfile fue osado, pero, según los expertos, más comedido y más cerca de los parámetros de la alta moda francesa.

Valentino. El desfile de Valentino fue el encargado de cerrar la temporada. Muy acorde con la reciente reactivación de la casa, el desfile fue romántico y elegante. Maria Grazia Chiuri y Pierpaolo Piccioli, sus directores creativos, revelaron que se inspiraron en la Roma imperial, “con diosas romanas envueltas en vestidos diáfanos, tejidos transparentes sobre sus cuerpos desnudos”.

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