Karl Lagerfeld recreó una arboleda natural en el interior del Grand Palais de París, por donde desfilaron casi 70 diseños que se caracterizaron por los bordados florales y las botas de encaje.

De los tradicionales trajes de chaqueta en “tweed”, Chanel pasó a los vestidos largos con estampados de hojas, que evocaban los grabados japoneses, para terminar con una eclosión de plumas y volantes.

En esta colección, que coincide con el 30 aniversario del primer desfile de Lagerfeld para Chanel, el modisto alemán trabajó especialmente las líneas horizontales, sobre todo en los cuellos y en los bajos de los vestidos, y las mangas, que ensanchó en la parte superior o que dejó flotando por debajo de los hombros.

Por otro lado Giorgio Armani Privé destacó en originalidad al defender unos estampados étnicos y geométricos, de colores cálidos, que se aposentaron sobre pantalones de un satén de consistencia similar al mikado, con el peso necesario para moldear la silueta.

Los chalecos, ya sea en solitario o acompañados, funcionaron como hilo conductor de una colección en la que, además del negro, predominó el rojo rubí, y los tribales chocolate, tierra y verde sabana.

Los vestidos fueron largos, de palabra de honor o de finos tirantes, con cortes ajustados, vuelo o pinzas voluminosas y, en algunos casos, se combinaron con pantalón. EFE