En un sorprendente cambio de tercio, el modisto libanés Elie Saab sustituyó sus habituales vestidos de princesa por prendas de estética severa, ligeramente militar y gótica.

El título, “Sueño de un bosque misterioso”, bajo el que se englobaron estos diseños, no hacía presagiar los modelos construidos y los materiales pesados que sustituyeron a las muselinas y a las sedas del artista de las alfombras rojas.

Los apliques metálicos, como los botones dorados, las largas cremalleras, las cadenas de los bolsos o incluso los pendientes de aro, reforzaron la dureza de un repertorio que incorporó “tweed”, cuero o pieles.

Los diseños en negro, algunos de ellos con encaje, procedieron de un sombrío Saab que decidió cerrar su desfile al ritmo de la canción “Sweet Dreams” de Marilyn Manson.

El guipur, en algunos casos bordado con pedrería, fue una de las aportaciones de esta colección, que descubrió la piel entre los ornamentos vegetales de los diseños.

En los jardines de las Tullerías se había instalado la sala del desfile, a cuyas puertas se agolpaban amantes de la moda con cámaras de fotos para captar el estilo de las personas invitadas al evento.

En su interior, el espacio se había decorado con sintéticas siluetas de árboles negros y dorados que recreaban el ambiente mágico de un bosque que teñía los conjuntos de verde abeto y musgo, rojo escarlata o azul pavo real.

Saab dedicó la última parte de la pasarela a sus incondicionales, al desarrollar vestidos largos y fluidos, con una apertura entre los plisados recogidos en el cuello, o con corpiño semitransparente recubierto de hojas bordadas.

Las pieles pesaron como un corto vestido-capa degradado y los volantes cayeron en zig zag por una falda de cuero combinada con una cazadora a juego.

Un único estampado rompió los conjuntos monocolor: una difusión de pinceladas de rayos que se filtraron a través del follaje y reflejaron azules, rojos o amarillos.