Son pocas las veces que se habla de un verdadero referente de la moda. El glamour de hoy y las novedades de nuevas tendencias, envuelven el escenario del mundo de la alta costura como un recorrido a lo más glamoroso que busca realzar la belleza que toda mujer posee.

Pero lo que conocemos el día de hoy, frívolo, o como sea el hecho, es sinónimo de un constante reinvento a través de los años, y que tiene sus antecedentes en las épocas más convulsionadas de la historia. Fue en la Europa de principios del siglo XX donde una joven con un sueño para la ideal indumentaria femenina, pasó sus primeros años de vida entre crochets, hilos y botones. Aprender lo que era la costura, se convirtió en un pasatiempo que amó hasta el último día de su vida.

Gabrielle Chanel no solo tenía en mente convertirse en una maestra de la moda, sino que buscaba entre sus ideas, las maneras de innovar en el campo del estilo femenino de entonces. Comenzó a demostrar su arte entre telas en pequeños recintos donde hacía las veces de costurera y humilde asesora de imagen de mujeres desesperadas por encontrar el atuendo perfecto. Con un sentido particular para el vestir, pronto la joven se convirtió en conocedora de lo que la mujer verdaderamente debía usar, hacerla sentir cómoda y admirada por todos.

El camino era prometedor para Chanel, y por venir de una clase humilde, la llevó a ser el centro burlas de la aristocracia que la veían como una simple muchacha queriendo entrar en un círculo glamoroso para vestir a sus representantes.

Innovar en el estilo femenino era su consigna, y en medio del revuelo que causaba dejar atrás los vestidos largos de la época victoriana, el siglo XX trajo consigo una revolución que la sociedad emanaba. Gabrielle Chanel pasó a llamarse Coco Chanel, como manera de comenzar a hacerse conocida desde pequeña boutique de sombreros, donde la Segunda Guerra Mundial no fue impedimento para que mujeres de todas partes llegaran a su pequeña tienda que comenzó a ser divulgada por sus atrevidos diseños.

Su propio significado sobre la moda la llevó a imaginar una vida más cómoda para la mujer, aquella que estaba harta del corset y las interminables faldas. Atreverse a lucir un poco los atributos y emular algunas veces al hombre con atuendos como pantalones, por qué no corbatas y cada vez más diminutos sombreros, se convirtieron en una alternativa que afloró de la mente de la diseñadora. Sin perder la elegancia, para Chanel la mujer tenía que ser sinónimo de elegancia, pero también de audacia, llevándola a crear las primeras faldas de corte largo, que disimuladamente revelaban algo de los atributos de la mujer.

El atrevimiento en el estilo era la nueva tendencia, aunque no bien visto por varios que consideraban sus atuendos de obscenos. Gabrielle, y ahora Coco, supo enfrentar las adversidades, llevándola para la postguerra, a ser catalogada como una de las exponentes más sobresalientes de la moda. Versátil y vanguardista como ella sola, su histórica fragancia del Chanel Número 5 y el legado que ha dejado hasta hoy, la han convertido en una leyenda que se adelantó a su época, para pasar a ser una revolucionaria a cuesta de todo aquello que le impedía ser considerada una verdadera mujer.

Lorena Mondoñedo

@lo_87