Sería injusto decir que la selección húngara que participó en el mundial de Suiza 54 no era la mejor de aquella competición. Sin embargo, en la historia quedó la imagen de una selección alemana que alzó el título reponiéndose a todas las adversidades futbolísticas en una de las finales más recordadas de los mundiales.

“Los mágicos magiares”, como se les conocía a los húngaros, contaba en sus filas con Ferenc Puskas, Jozsef Boszik y Sandor Kocsis, quien fuera, finalmente el goleador de la competición con once goles.

Este trío, dos años antes había formado parte de la selección húngara campeona olímpica en Helsinki, Finlandia, por lo que se proyectaba como máxima favorita a alzar la copa mundial.

El campeonato de Suiza 54 marcó una serie de innovaciones con respecto a los mundiales pasados como la inclusión, por primera vez, de los equipos asiáticos, representados por la República de Corea y Japón, aunque fueron los coreanos quienes llegaron a la fase final, fase en la que participaron 16 equipos, tres más que en el mundial anterior en Brasil.

Si antes del mundial todo hacía presagiar que Hungría iba a ser el campeón sin mediar rivales, durante el torneo, esto parecía convertirse en realidad. El equipo liderado por Puskas derrotó con facilidad en el grupo 2 a sus rivales de turno: 9-0 a la República de Corea y 8-3 a la República Federal de Alemania, sí, la misma, con la que se encontraría en la final.

Hungría marcó en la fase de grupos 17 de los 39 goles que se marcaron, los que aportaron a los 140 que en total se convirtieron en el mundial, siendo Suiza 54, el mundial en el que, hasta hoy, se han anotado más goles.

En cuartos de final, Hungría derrotó por 4-2 al finalista en 1950, Brasil en un partido que terminó con tres húngaros expulsados y se catapultó como máximo favorito, mientras la República Federal de Alemania venció a Yugoslavia por 2-0.

En semifinales, los alemanes vencieron a Austria 6-1 y Hungría derrotaba al vigente campeón Uruguay por 4-2.

La final pintaba para ser una revancha u otra nueva humillación de parte de Hungría sobre los germanos.

El equipo de Puskas se puso rápidamente arriba en el marcador justamente con un gol de la estrella del Real Madrid a los 6 minutos. Tan solo dos minutos después Czibor puso el segundo y parecía que los pronósticos se cumplirían. Pero el poderío alemán empezó su historia en aquel partido.

Morlock descontó para los alemanes a los 10 minutos y a los 18’ Helmut Rahn empató el partido para sorpresa de los 62,500 espectadores que estuvieron presentes en el Wankdorf Stadium.

Sin embargo, no estaban listos para la sorpresa máxima del mundial. El mismo Helmut Rahn a los 86 minutos anotó el 3-2 para los alemanes tras un resbalón del arquero húngaro Gyula Grosics.

Era increíble que el rival más débil, teóricamente, derrotara a la potencia, sobre todo si dicha potencia llevaba trece años sin conocer derrotas. Aunque, en ese momento los aficionados recordaron que cuatro años antes, había sucedido lo mismo con el histórico ‘Maracanazo’ entre Uruguay y Brasil.

La Hungría de Puskas se quedó sin nada y la República Federal de Alemania, demostró que, en un equipo, pesa más que las individualidades en los momentos determinantes, empezando marcar el comienzo de su historia.