En Buenos Aires, miles de personas colapsaron el centro de la ciudad con banderas, bocinas y caras pintadas con los colores azul y blanco, llegados primero desde los bares y las plazas cercanos, donde se vivió el sufrimiento en pantalla grande, y desde todos los puntos de la ciudad después.

El centro neurálgico de la fiesta fue el emblemático Obelisco porteño, punto tradicional de celebraciones futboleras, pero la marea de gente se extendió por las principales avenidas hasta la emblemática Plaza de Mayo, con la Casa Rosada convertida en testigo de excepción de la pasión por el fútbol de los argentinos.

También quedó cortada una de las avenidas más anchas del mundo, la 9 de Julio, que hoy estaba de doble celebración por el 198 aniversario de la Independencia del país.

Cerca de allí, en la calle Corrientes, volvió a levantarse el muñeco que se infla del Cristo Redentor de Río de Janeiro que ya presidió las celebraciones tras el triunfo en cuartos de final.

Entre los aficionados, la estrella por antonomasia de la selección, Lionel Messi, tuvo que ceder hoy el protagonismo a Romero, el portero héroe de los penaltis cuyo nombre era el más gritado en las calles de Buenos Aires.

El Obelisco se convirtió pronto en una de las palabras más mencionadas en la red social Twitter, que hervía con mensajes con las etiquetas #ArgentinaALaFinal y #EstamosEnLaFinal.

AFP