Escondida en una caja de zapatos debajo de la cama, el trofeo del Mundial, la Copa Jules Rimet, evitó las manos del ejército de ocupación. Ottorino Barassi, vicepresidente de la FIFA, la tuvo en su poder hasta 1950.

Después de una fácil victoria frente a México por 4-0 en el debut, Brasil empató (2-2) con Suiza. Yugoslavia, que había ganado los dos primeros encuentros disputados, sólo necesitaba empatar con Brasil para pasar a la siguiente ronda. Pero, ante los 150.000 enfervorizados hinchas que ocupaban el estadio de Maracaná, Brasil se alzó con la victoria por 2-0.

Así fue como Brasil se clasificó, junto a España, Uruguay y Suecia, para una serie de partidos de todos contra todos. Tras una semana de descanso, el combinado local salió a por todas. Aplastó a Suecia (7-1) y después a España (6-1).

No había dudas, Brasil ganaría el Mundial en casa. Uruguay en “la final que no fue una final” no parecía ser rival de los locales.

Brasil, que necesitaba un empate para proclamarse campeón, inauguró el marcador en el inicio del segundo tiempo. Sin embargo, Uruguay igualó el marcador y a once minutos del final, marcó el gol de la victoria.

El Maracana, construido para 220.000 espectadores, sufrió y el dolor se expandió hacia cada rincón de Brasil, mientras que en Uruguay se empezó a hablar del ‘Maracanazo’.