El punto y final a la ‘generación de oro’ nació con las dudas de los partidos que a punto estuvieron de provocar la defensa más deshonrosa de un campeón del mundo. La España sin identidad de Holanda y Chile parecía asomar sobre un césped en malas condiciones, superada por la mayor motivación del rival que acudía al encuentro como si algo le fuese en juego en el envite.

Sergio Ramos aceptó la propuesta con raza y Villa fue el ejemplo para el resto. Era la despedida de un goleador que ya es leyenda y que deja números para la eternidad. Con Fernando Torres como compañero de viaje. Esa pareja que tantas alegrías dio en un pasado reciente. Sin el factor de motivación sólo restaba tirar de orgullo y tras alguna llegada de Australia con Reina saliendo rápido a los pies de Taggart y un disparo desviado de Leckie, llegó la reacción.

Cada balón que llegaba a Villa se gustaba. Una bicicleta, un taconazo, conectando con la visión de Cazorla que chutaba la primera y se llevaba la amarga queja del ‘Guaje’ que quería despedirse con gol.

España pasó de falta de tensión, que hasta dejaba un mal control de Iniesta o un pase a la nada de Xabi Alonso, a adelantar metros, dominar y aunar el toque con la verticalidad. Un taconazo de Villa dejaba solo a Jordi Alba ante Ryan, optó por la potencia y se topó con el portero australiano. Otra acción con bicicletas no encontraba a Torres en la zona del gol.