El Barcelona puso un pie en una nueva final de la Copa del Rey al vencer por 3-1 al Villarreal, al que, sin embargo, dejó escapar vivo del Camp Nou, pues Neymar falló un penal, cuando peor lo estaba pasando el rival, que podía haber dejado resuelta la eliminatoria.

Aunque Marcelino repitió el mismo once que plantó cara al Barcelona en la Liga, el planteamiento de los visitantes nada tuvo que ver con el de hace diez días.

El Villarreal radicalizó su apuesta defensiva con el propósito de evitar otro partido de ida y vuelta en el que Barcelona de Luis Enrique Martínez se siente, hoy día, como pez en el agua.

El objetivo no era otro que el de evitar que pasaran muchas cosas esta noche en el Camp Nou y provocar que la eliminatoria se tuviese que decidir en El Madrigal.

Los visitantes lo lograron durante los primeros cuarenta minutos, en los que el Barcelona evidenció uno de sus mayores pecados del pasado: su obstinación por fabricar todo su fútbol por el centro renunciando al desborde por las bandas.