Cuando Gareth Bale regresa a su Cardiff natal como futbolista del Real Madrid, a sus paisanos aún les cuesta creer que aquel muchacho tímido que despuntaba en el equipo del instituto es una estrella mundial que ha ganado la Liga de Campeones y vale 100 millones de euros.

La capital de Gales es una antigua ciudad industrial, hoy volcada en el turismo, con un pulcro centro histórico y unos 300.000 habitantes repartidos en suburbios residenciales entre los que no es extraño encontrar lazos con la familia Bale.

“Su padre trabajaba en el colegio de aquí al lado. Allí, a cien metros”, señala a Efe con orgullo Dawn Malin, una joven madre que pasea a su hijo por uno de esos tradicionales barrios británicos de casas bajas junto a su marido, Lee, quien asegura ser “amigo de Bale”.

“A él ya le he visto mucho, a quien quiero ver es a Cristiano Ronaldo”, bromea Lee, que esta noche seguirá por televisión el encuentro de la Supercopa de Europa entre el Real Madrid y el Sevilla y está convencido de que el extremo galés, de 25 años, es “un chico familiar que nunca olvidará su raíces”